El Terror como modo de gestión

El Terror es el periodo de la Revolución Francesa que se extiende entre abril de 1793 y julio de 1794, en el que el poder se concentró en el Comité de Salvación Pública, encabezado por Maximilien de Robespierre “El Incorruptible. Su función era la defensa de los postulados revolucionarios, que se consideraban en peligro por el ataque de las potencias extranjeras (si bien la guerra la declaró la República Francesa) y ciertas resistencias internas. Durante ese tiempo, se procedió a la ejecución sin garantías procesales de cuántos adversarios osaran oponerse a los exaltados designios del Comité de Salvación Pública. No sólo cayeron monárquicos o clérigos por el mero hecho de serlo si no que compañeros revolucionarios, incluso jacobinos, del propio Robespierre, como Camille Desmoulins o Georges-Jacques Danton fueron ejecutados por no plegarse a los designios del autócrata: la impunidad y el matonismo se instalaron en las calles de París, Lyon, Nantes… los ajusticiados arbitrariamente aumentaban día a día, mes a mes. Los estudios del historiador Reynald Secher plantean unos 250.000 muertos en apenas un año.

Robespierre c 1790, (anónimo, París – Francia-)

En el fondo, “el Incorruptible” se apropió de los avances de la Asamblea Constituyente de 1789, para construir su proyecto personal, en muchos aspectos alejado del lema “Liberté, Egalité, Fraternité”. No hay fraternidad alguna en el genocidio de la Vendée perpetrado por el sádico Jean-Baptiste Carrier, representante del Comité de Salvación Pública para la ciudad de Nantes, en la que fueron asesinados de formas sistemática familias completas (incluidos bebés) porque alguno de sus miembros fuera contrario a la Revolución.

Paradójicamente, Robespierre trató de pasar de un sistema autoritario (monarquía absoluta) a otro totalitario, en apariencia utópica, que incluía su propia religión (“Culto de la Razón y Culto del Ser Supremo”) y sus propios mártires (Jean-Paul Marat). Curiosamente, el final de todo el periodo será otro sistema absolutista: el napoleónico con Bonaparte exclamando “Yo soy la Revolución» y «la Revolución ha terminado».

Siempre han existido organizaciones donde ha imperado una gestión basada en un “Terror” similar al que inspiraba el Comité de Salvación Pública. Sin embargo, en los últimos tiempos, son muchas las conversaciones que he tenido con amigos y conocidos, excelentes profesionales, de distintas organizaciones y sectores, donde he percibido ese “Terror” impuesto por un jefe tóxico.

En muchas ocasiones, cuesta identificar a los dirigentes tóxicos porque tienen una cierta capacidad de “seducción” y comunicación, mucha “flexibilidad” en el mensaje para captar las afinidades que en cada momento le son necesarias e identifican fácilmente las debilidades ajenas (vanidad, avaricia, soberbia…), para atraer voluntades y construir un sistema de lealtades personales alrededor del cual ejecutar su voluntad. Se trata de estructuras de poder en las que la estrategia es, básicamente, el cumplimiento de la hoja de ruta personal del líder, en lugar de la consecución de los objetivos estratégicos de la organización. Es la inversión de prioridades: La organización al servicio del jefe y no al revés.

¿Cómo podemos descubrirlos? “Por sus hechos les conoceréis”: Mensajes contradictorios, decisiones no alineadas con la comunicación previa, la exposición de ideas alejadas de la voluntad del jefe no son contrastadas de forma racional si no que se descalifican como falta de lealtad, agravios comparativos en la evaluación del desempeño (diferentes “varas de medir”), generación de enfrentamientos internos (“divide et impera”), opacidad en la gestión y en la información (la información es poder), falta de asunción de responsabilidades y autocrítica: siempre existe un culpable (externo o interno) al que imputar el fracaso.

A veces, se identifica la falta de lógica en este comportamiento con incapacidad. Sin embargo, las decisiones siguen una lógica fría y perfectamente definida: la de satisfacer, a cualquier precio, los objetivos del dirigente que son generalmente dos: mantenerse en el puesto y/o preparar su paso al siguiente.

Las decisiones asociadas al “Terror”, arbitrarias y no alineadas con el interés a largo plazo de la organización (un tipo de problema de agencia), no deben confundirse con las decisiones asociadas a la restructuración de una organización, dónde algunos de los integrantes de la misma van a verse perjudicados (incluso con la pérdida del empleo), pero que pueden ser desgraciadamente necesarias para garantizar la supervivencia de la empresa durante una crisis. La clave radica en que detrás de estos ajustes, dolorosos sin duda, exista una lógica orientada a la sostenibilidad de la organización a largo plazo.

La supervivencia profesional en una organización gobernada por “el Terror” es compleja. Que nadie piense que convertirse en el brazo ejecutor del Robespierre de turno o tener una relación previa con él le va a garantizar su supervivencia (a Georges-Jacques Danton no le funcionó): son meros instrumentos con los que no habrá compasión alguna, llegado el momento. Que nadie piense que quién ostenta ese poder despótico va a cambiar su forma de actuar: “Abandonad cualquier esperanza”, como aparece en el dintel de la puerta del infierno descrito por Dante en la Divina Comedia. La única opción cabal es tratar de mantener un perfil bajo (alejado del ojo de Sauron) y ser fiel a los principios de cada uno, teniendo muy claras las líneas rojas que no estamos dispuesto a cruzar. En cualquier caso, esto es muy fácil decirlo, pero si la búsqueda de una alternativa laboral es complicada y hay una familia y una hipoteca que pagar, esas líneas rojas tienden a diluirse fruto de la necesidad. Esta clase de jefes huelen la debilidad y se aprovechan de ella.

Ojo de Sauron. Película «El señor de los Anillos», basada en el libro de J.R.R Tolkien

Sin embargo, recordemos que el propio Terror devora al psicópata despiadado que lo ha creado y cuando esto sucede, no suele (debe) haber compasión con el caído. Robespierre fue guillotinado el 27 de Julio de 1794 y su memoria, su obra y sus símbolos (Diosa Razón, “santificación de Marat”, etc…)  sufrieron una suerte de progresiva damnatio memoriaecancelación «que se diría hoy) incluso por parte de aquellos que le servían y adulaban apenas un mes antes.

A veces, “quién resiste, gana”.

PD: Disculpad el abandono del blog, pero estoy tratando de acabar la Tesis y el poco tiempo que tengo para escribir, lo dedico fundamentalmente a ello.

PD 2: Este post está muy relacionado con el ya clásico “Los directivos tenebrosos” de elnietodenicomaco, si bien no son perfiles exactamente iguales.

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5 respuestas a El Terror como modo de gestión

  1. “El orgullo engendra al tirano. El orgullo, cuando inútilmente ha llegado a acumular imprudencias y excesos, remontándose sobre el más alto pináculo, se precipita en un abismo de males, del que no hay posibilidad de salir.” (Sócrates)

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  2. German ZUbeldia dijo:

    Otra leccion de vida e historia, un abrazo Antonio!!! Saludos argentinos desde Sant Carles de la Ràpita

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  3. Interesante escrito sobre el terror y derivación al uso en la empresa. Un arma vieja que sigue siendo efectiva. Un arma de la que desconocemos sus efectos, pero que sigue siendo eficaz para que se cumplan objetivos de todo tipo. Personalmente considero benévolo denominar tóxico al que lo usa, mas bien es un tirano. Tal vez los años me dan una visión en la que destaca que en esos casos de presuntos jefes que aterrorizan «nunca se arrepiente uno de haber sido valiente». Y me viene a la cabeza esa frase de Aleksandr Solzhenitsyn en su Archipiélago Gulag en la que especula sobre lo que habría pasado si los vecinos de la casa se hubieran opuesto a que los «colaboradores del Régimen» se llevasen por la noche a un vecino por disidente, aunque hubieran debido luchar y acaba diciendo, «que seguro que el miedo a no volver a su casa habría cambiado de bando».

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  4. Miguel dijo:

    Muy buena tu observación, me sigues sorprendiendo tus habilidades históricas

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  5. Jose Luis dijo:

    Enhorabuena por el genial artículo, como siempre, Antonio. ¡Has dado en el clavo! Me encantan los paralelismos históricos que siempre haces, pues suelen enriquecer mucho el asunto, dado que como suele decirse, la historia tiende a repetirse y siempre es muy interesante en el pasado. cunad hace esto, se da cuenta de que la humanidad no ha cambiado apenas, más allá de los avances de la ciencia, que nos han permitido vivir mejor y más conectados.

    Hay muchos ejemplos de lo que describes, que todos conocemos: política, mundo empresarial,… Allí donde hay estructuras de poder existen estos personajes que están dispuestos a cualquier cosa con tal de cumplir SUS objetivos (no los de la organización, como bien dices). Es gente sin escrúpulos, sin principios morales, sin empatía…como también apuntas al final del post, se trata de PSICÓPATAS (ojo, estos no son locos en absoluto: simplemente no sienten ningún tipo de empatía por el prójimo, aunque la puedan simular). Lo único que les importa es su beneficio individual, y si para ello tienen que perjudicar a la empresa o a otros, les dará igual. Del mismo modo, si el beneficio de su empresa redunda en ellos, también lo perseguirán, pero no por el bien de su empresa, sino por el suyo propio. Lo mismo con la verdad: si diciendo la verdad salen beneficiados, la dirán. Pero por contra, si la mentira les beneficia, mentirán sin ningún tipo de remordimiento. Digamos que la verdad, al igual que otros tipos de valores morales, le es totalmente indiferente, dado que no tienen ningún tipo de moralidad interiorizada.

    Se me ocurren varios ejemplos reales, pero obviamente no los voy a decir públicamente. Seguro que muchos también los conocéis.

    Por último, tengo la percepción que las cúpulas de poder tienen una presencia mayor de este tipo de gente que la sociedad en general. ¿Quizás el poder atrae a los psicópatas? O quizás esa forma de ser les facilita subir en las escaleras de poder, al no tener ningún tipo de freno moral.

    Un abrazo y ánimo con tu tesis!
    José Luis

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